¿Qué se entiende por Soberanía Alimentaria?

Por Alexander Schejtman
Investigador Principal Rimisp – Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural

La reciente crisis de los precios de los alimentos es similar a la ocurrida en el mercado alimentario mundial durante los años 72′ – 74′ que diera lugar a una generalizada preocupación por la búsqueda de lo que se paso a llamar la Seguridad Alimentaria de los países importadores netos de alimentos. 

La búsqueda de la Seguridad Alimentaria ha venido siendo reemplazada en varios países de la región por lo que se ha dado en llamar la Soberanía Alimentaria que tiene diversas definiciones que van desde la autosuficiencia en un extremo hasta la autonomía alimentaria en el otro. 

Implícita o explícita en sus diversas acepciones está el dilema entre producir para el mercado interno o para la exportación. 

Algunos autores señalan que los esfuerzos de agroexportación han afectado a la seguridad alimentaria al competir con recursos que podrían destinarse a la producción de alimentos. Aunque es teóricamente posible que en países con muy limitados recursos agrícolas -que son mas la excepción que la regla en Latinoamérica- exista algún grado de contradicción entre ambos objetivos, la evidencia empírica indica una falta de correlación entre el crecimiento de una y la caída de la otra, por el contrario, hay más de algún ejemplo en que ambas han podido crecer simultáneamente, cuando se han adoptado políticas no discriminatorias o estímulos específicos.    

Por otra parte, si se considera que, con frecuencia, la restricción de divisas constituye una limitante para alcanzar la suficiencia alimentaria -es decir una oferta que satisfaga tanto la demanda efectiva como las necesidades de quienes por falta de ingresos no pueden expresarlas como demanda- queda en evidencia que, salvo excepciones, la agroexportación puede ser una actividad que contribuya al logro de la soberanía alimentaria, si parte de los recurso así generados, se destinan a dicho fin o si su producción genera empleo e ingresos superiores a la población de menores recursos. Por ello, estamos frente a un falso dilema y a una poco razonable propuesta si esta es la concepción de soberanía alimentaria. 

Sin prejuicio de lo anterior, un sistema alimentario nacional puede tener un grado alto de vulnerabilidad externa o de baja autonomía si sus gastos en importación de alimentos no sólo superan a los de sus exportaciones agropecuarias sino si comprometen un porcentaje muy alto del total de sus ingresos por ello, una serie de consideraciones invitan a dudar de la prudencia de aceptar una excesiva dependencia externa en el abastecimiento de los productos esenciales de las dietas mayoritarias dadas:

(i) la inestabilidad de precios que ha caracterizado a dicho mercado, a partir de mediados de los setenta;

(ii) el carácter fuertemente oligopólico y la absoluta falta de transparencia con que actúan las grandes empresas comercializadoras de granos;

(iii) la posición desventajosa con que entran los países deficitarios de la región, tanto por su marginalidad frente al reducido y poderoso grupo de grandes importadores (China, Japón, India ), unida a la menor flexibilidad con que  pueden admitir una reducción de sus importaciones pues, éstas constituyen alimento directo de su población y no alimentos para aves y ganado y

(iv) el peligro de desestímulo a la producción interna que significan las importaciones a bajos precios (como consecuencia de los subsidios significativos de algunos  países exportadores) y/o los cambios de los patrones de consumo hacia productos importados, no susceptibles de ser sustituidos por producción interna cuando dichas importaciones se dificultan. 

La opción por el grado de soberanía o de autonomía se reduce a responder otra pregunta en cada pais concreto: 

¿Cuál es el impacto en el empleo y en los ingresos de los más necesitados de una u otra opción en materia de asignación de los recursos nacionales?

Fotografía: Ecoalimenta